
En el mundo del retail de moda, cada prenda cuenta: cada talla, cada modelo, cada exposición representa un valor tangible, no solo para el cliente o para el punto de venta, sino también para el propio equilibrio económico de la marca. Y, sin embargo, detrás de la aparente normalidad de las operaciones en tienda, se esconde una dinámica que incide directamente en los resultados y en la seguridad global del retail: los hurtos en tienda ya no son episodios ocasionales, sino una problemática estructural que altera la rentabilidad y la precisión del stock.
No se trata solo de seguridad: es una cuestión de margen.

En Europa, por ejemplo, el Centre for Retail Research informa de que el coste total del crimen en el sector retail, incluyendo los hurtos por parte de clientes, los robos internos y los errores de gestión, supera los 26 mil millones de dólares (unos 21 300 millones de euros) al año solo en el área europea.
A nivel nacional, por ejemplo, en Alemania, para 2024 se ha estimado una pérdida de valor por diferencias de inventario de unos 4 950 millones de euros, de los cuales aproximadamente 4 200 millones son atribuibles a hurtos cometidos por clientes, según informa Euronews a partir de los datos del EHI Retail Institute.
En el Reino Unido, según el British Retail Consortium (BRC), en el periodo hasta el 31 de agosto de 2024 se registraron más de 20 millones de episodios de hurto en tiendas, con un coste total para los retailers de 2 200 millones de libras (unos 2 600 millones de euros).
En Francia, prensa especializada señala pérdidas anuales cercanas a los 5 300 millones de euros debidas a hurtos en tiendas, según informa V4NA basándose en los datos de los propios retailers franceses.
En Italia, il rapporto Crime&tech/Transcrime “Security in Retail in Italy 2023” documenta cómo los hurtos y las diferencias de inventario representan un componente relevante de las pérdidas en el retail, aunque no siempre se ofrezca un dato único y agregado referido exclusivamente al segmento de la moda. Son cifras que no se quedan en los informes: son prendas que no llegan a la venta, oportunidades comerciales que se pierden y margen que no se materializa. En el sector de la moda, donde la rotación estacional es rápida y el valor del inventario es elevado, incluso un solo punto porcentual de pérdida puede suponer una reducción significativa del resultado operativo.
En otras palabras: cada prenda que no llega a caja tiene un impacto real en la cuenta de resultados de la marca.
En el retail de moda, el hurto no afecta solo a la seguridad del punto de venta: impacta directamente en su rentabilidad. Cuando una prenda no llega a venderse porque ha sido sustraída, no se pierde únicamente el coste de la mercancía, sino también el margen esperado, la inversión en exposición y, en algunos casos, el potencial sell-out de una colección de temporada. A ello se suma un efecto menos inmediato pero igualmente relevante: el stock erróneo. Si el sistema indica que un artículo está disponible, pero el cliente no lo encuentra en la tienda, la venta se pierde, la confianza disminuye y la experiencia de compra se ve afectada.
La situación se vuelve aún más compleja debido al aumento del hurto organizado, que ya no se limita a episodios aislados, sino que involucra grupos estructurados que actúan con objetivos precisos, apuntando a SKU, marcas o temporadas de mayor valor. En Alemania, por ejemplo, alrededor de un tercio de las pérdidas por hurtos en tienda se atribuye a formas de crimen organizado, según informa Euronews. A todo ello se añaden los costes ocultos: horas adicionales de control, inventarios más frecuentes, procedimientos de seguridad más estrictos y formación complementaria del personal.
En otras palabras, los hurtos en tienda no son solo una cuestión relacionada con la experiencia de compra, sino con la gestión de la seguridad del punto de venta. Se trata de un auténtico problema económico que, si no se aborda con herramientas adecuadas de prevención de robos, acaba comportándose como un coste fijo: reaparece, se acumula y, con el tiempo, reduce la rentabilidad global de la tienda.

Abordar el tema del hurto en tienda con herramientas estructuradas significa, ante todo, devolver visibilidad allí donde hoy existe opacidad. La adopción de sistemas RFID permite identificar con precisión qué prendas están más expuestas al riesgo, no solo por categoría, sino también por SKU, talla, zona de exposición y momento del día.
Esto posibilita pasar de medidas genéricas a intervenciones específicas: replantear el diseño del espacio, supervisar con mayor atención determinados departamentos y revisar la disposición de los productos de alto valor o con mayor índice de sustracción.
Al mismo tiempo, la notificación en tiempo real a través de funcionalidades como App Guard permite que el personal de tienda sea avisado de inmediato cuando una prenda cruza la salida sin haber sido pagada. No se trata de alarmas invasivas ni de puestos de control rígidos, sino de un sistema discreto, basado en puertas RFID o antenas bajo el suelo, capaz de integrar la prevención dentro de la experiencia de compra sin comprometerla.
El efecto se extiende también al núcleo operativo de la tienda: el stock. Cada anomalía detectada y gestionada reduce la distancia entre el inventario teórico y el real, mejorando el control del inventario y evitando los out of stock fantasma, es decir, la situación en la que el sistema indica que un artículo está disponible cuando, en realidad, no lo está. Una condición que genera ventas perdidas e insatisfacción del cliente.
El resultado final es doble: margen recuperado gracias a la reducción de las sustracciones e y eficiencia operativa gracias a inventarios más precisos, menos errores y una gestión más fluida de los flujos. Actuar sobre el hurto significa, por tanto, no solo proteger la mercancía, sino también preservar la rentabilidad global del punto de venta.
Para pasar de la conciencia a la acción es necesario estructurar un modelo de prevención que combine tecnología, procesos y personas. No se trata de introducir barreras, sino de habilitar visibilidad y control, de forma discreta pero eficaz.

1) Etiquetar cada prenda con tecnología RFID
Cada prenda se equipa con una etiqueta RFID que la hace identificable y rastreable a lo largo de todo su ciclo de vida en la tienda: desde su llegada al almacén, hasta la exposición, el probador y la venta. Esto permite realizar inventarios rápidos y precisos, con detecciones simultáneas de grandes volúmenes de artículos. Así, el inventario se convierte en una palanca operativa, no en una actividad extraordinaria.
2) Colocar portales RFID o antenas bajo el suelo en la salida
El momento crítico del robo es la salida. Las soluciones de control de acceso basadas en portales RFID o antenas integradas bajo el suelo permiten detectar automáticamente el paso de los artículos.
Si la etiqueta ha sido desactivada correctamente en el momento del pago, la salida se realiza sin ninguna interrupción en la experiencia del cliente. SSi, por el contrario, la etiqueta sigue activa, el sistema genera una alerta visual o una notificación discreta al personal de ventas, lo que permite intervenir de manera rápida y precisa, sin que la seguridad se convierta en un elemento invasivo.
De este modo, la tienda mantiene una coherencia estética, fluidez en el recorrido del cliente y un nivel de seguridad integrado que no se percibe como una barrera.

3) Integrar el sistema con POS, ERP y App Guard
El flujo es sencillo: etiqueta activa, pago en el POS, etiqueta desactivada.
El sistema RFID de Aton se integra con POS, ERP y plataformas de gestión retail. Cuando un artículo atraviesa la salida sin estar registrado como vendido, App Guard envía una alerta estructurada: SKU, hora y punto de salida.
Esta integración también permite alimentar informes y paneles de control, como la lista de las “prendas más sustraídas”, útiles para la toma de decisiones estratégicas.
4) Monitorización, analítica e intervenciones específicas
Los datos recopilados permiten identificar patrones: qué prendas están más en riesgo, en qué días o franjas horarias, y en qué zonas de la tienda. Esto posibilita intervenciones inteligentes y no genéricas, como modificar el microlayout, reubicar exposiciones sensibles o reforzar la presencia del personal en los puntos críticos. Al mismo tiempo, los inventarios se vuelven más rápidos y precisos, reduciendo el problema del “stock fantasma”.
5) Cambiar la mentalidad: de “esperemos que no roben” a “intervenimos ante las señales”
Il valore più importante non è tecnologico, ma culturale: rendere il furto visibile, misurabile, monitorabile.
Trasformarlo da perdita silenziosa a KPI operativo. In questo modo, ciò che prima era un problema senza forma diventa una leva di azione: sapere quali SKU vengono sottratti, quando e dove permette di intervenire in modo mirato, strutturato e sostenibile.
Más allá del impacto directo del robo, como se ha mencionado en los párrafos anteriores, existe otra consecuencia, a menudo menos visible pero igualmente relevante para la rentabilidad de la tienda: la diferencia entre el stock que el sistema indica como disponible y lo que realmente está presente en el punto de venta. Es aquí donde entra en juego el concepto de shrink, la medida en que el hurto, junto con otros factores, altera el equilibrio entre el valor previsto y el valor efectivamente vendible.
Cuando se habla de shrink (o shrinkage) se hace referencia a la diferencia entre lo que una tienda debería tener en stock según los sistemas de gestión y lo que, en la práctica, está realmente disponible en el estante o en el almacén. Se trata de una discrepancia que puede originarse por diversas causas: robo por parte de los clientes, sustracciones internas, errores en los registros de inventario, movimientos no correctamente trazados o incluso mercancía dañada o extraviada a lo largo de la cadena de suministro.
Un ejemplo sencillo lo aclara mejor que mil definiciones: si al inicio de la temporada el sistema registra 10.000 prendas, pero en el momento del conteo físico se encuentran 9.800 y esas 200 unidades faltantes no corresponden a ventas registradas, esa diferencia representa el shrink. Y, sobre todo, representa margen perdido y una gestión del stock menos fiable.
Según el National Retail Security Survey 2023 de la National Retail Federation, el shrink en el sector minorista se sitúa de media en torno al 1,6 % de la facturación. Un porcentaje que, aplicado a las dimensiones del mercado europeo, equivale a miles de millones de euros de valor sustraído cada año. Al mismo tiempo, una encuesta realizada por Zebra Technologies en 2023 muestra que el 85 % de los minoristas europeos considera hoy la reducción del shrink una prioridad estratégica, precisamente porque incide directamente en el margen operativo. Pero es importante distinguir: shrink es un término paraguas. Dentro de su definición conviven causas muy diferentes entre sí. Entre ellas, el robo —tanto externo como interno— representa hoy la componente más difícil de controlar y más costosa desde el punto de vista económico. Es la parte “viva”, la que crece, la que cambia con la evolución de los comportamientos de los consumidores y con la presencia cada vez más estructurada de grupos organizados.
Los errores de proceso pueden reducirse mediante formación, automatización y controles; los daños pueden prevenirse con una logística y materiales adecuados. El robo, en cambio, sigue lógicas dinámicas: cambia de objetivos, horarios y tipos de artículos afectados. Y en las tiendas de moda, donde el valor unitario de las prendas es elevado y la rotación es rápida, la sustracción incluso de unos pocos artículos puede generar un impacto inmediato en el resultado económico.
En otras palabras: no todos los componentes del shrink tienen el mismo peso.
El robo es el que afecta al margen de forma directa e inmediata.
Y precisamente por eso, afrontarlo no significa “añadir seguridad”, sino proteger la rentabilidad.

Tomemos un caso concreto. Un minorista de moda con 465 millones de euros de facturación y una tasa de pérdida por robo/shrink del 1,6 % genera aproximadamente 7,44 millones de euros en pérdidas cada año. Si la implantación de sistemas RFID y App Guard permite una reducción aunque sea del 20 %, la recuperación asciende a unos 1,49 millones de euros al año.
No se trata de un dato teórico: es margen que vuelve a estar disponible, artículos que vuelven a ser vendibles, stock que recupera su fiabilidad.
En un contexto europeo donde el robo va en aumento y las organizaciones criminales son cada vez más estructuradas, invertir en sistemas de prevención no es un coste accesorio: es una palanca de rentabilidad.
La diferencia está entre sufrir la pérdida o recuperar el valor.
En el contexto del smart retail contemporáneo, el robo ya no es un riesgo inevitable: es una variable que puede gestionarse y reducirse, si se aborda con datos, tecnología y procesos. Las soluciones integradas basadas en RFID, combinadas con sistemas de aviso como App Guard y un seguimiento continuo de las dinámicas en tienda, permiten pasar del “cuánto estamos perdiendo” al “dónde intervenimos y con qué prioridad”.
El resultado es tangible: menos sustracciones, mayor precisión del stock, margen recuperado y una experiencia de compra más fluida, sin barreras físicas ni fricciones para el cliente. En un momento en que los costes operativos aumentan y la presión sobre los márgenes se intensifica, invertir en la prevención del robo no significa añadir un nivel de seguridad, sino proteger el modelo económico de la tienda y su capacidad de generar valor.
En otras palabras, actuar frente al robo no significa solo instalar sistemas antirrobo, sino proteger la sostenibilidad del negocio. No es una decisión defensiva, sino una palanca competitiva.
Una gestión de la seguridad inteligente, basada en tecnología RFID, arcos o antenas RFID, App Guard, analítica y procesos compartidos, permite construir un almacén seguro, reducir los robos en tienda, lograr operaciones seguras y mejorar la rentabilidad.