La omnicanalidad ya no es una opción, sino una condición imprescindible para cualquier estrategia retail.
Los clientes se mueven entre lo físico y lo digital con total naturalidad, pasando de una aplicación a una tienda, de una reseña online a una estantería real, esperando siempre una experiencia coherente, fluida y personalizada.
En este contexto, el dato –y en particular la ficha maestra de producto– se convierte en el punto de contacto más importante, la columna vertebral silenciosa pero esencial para garantizar un servicio realmente a la altura de las expectativas.
En los últimos meses, a medida que la expansión de la IA está acelerando el desarrollo de cada vez más sectores, estamos observando un cambio profundo en la manera en que las empresas de la gran distribución y del retail miran al dato.
Si antes la gestión de la ficha maestra de producto se consideraba casi una función accesoria, relegada a los departamentos técnicos o de IT, hoy se ha convertido en un nodo estratégico que abarca ventas, logística, marketing y experiencia del cliente.
En un modelo omnicanal, no existe ninguna innovación –promoción dinámica, precios personalizados, analítica predictiva, reposición automatizada– que pueda funcionar sin una base de datos limpia, integrada y coherente.
Cada día, las empresas deben enfrentarse a nuevos retos: márgenes más estrechos, costes operativos en aumento y expectativas cada vez más altas por parte del consumidor. En este escenario, la calidad y la centralización de las fichas maestras se convierten en elementos clave para contener ineficiencias, simplificar procesos, reducir errores y evitar desperdicios.
Por desgracia, la realidad de muchos retailers está todavía lejos de este ideal. Sucede a menudo, por ejemplo, que un mismo producto se codifique de forma diferente en dos puntos de venta afiliados: Milán lo registra con un código y Florencia con otro. Esto provoca duplicaciones, errores en los informes, desajustes en la cadena logística e incluso incidencias en el e-commerce. Los costes ocultos de una mala gestión del dato son enormes, pero aún poco percibidos.
Hoy las sedes centrales están centralizando progresivamente la gestión de codificaciones, promociones y precios, especialmente en lo que respecta a los puntos de venta afiliados. Ya no se trata de ejercer control, sino de hacer que el crecimiento y la innovación sean ordenados y sostenibles, garantizando la coherencia y la calidad de la información en todos los canales.
En este contexto, la Inteligencia Artificial se está revelando como un recurso determinante. No hablo solo de algoritmos predictivos o de chatbots, sino de un cambio de paradigma en la gestión y valorización del dato. Hoy en día, la IA es capaz de analizar automáticamente las fichas maestras, detectar incongruencias, sugerir fusiones entre códigos duplicados, identificar anomalías de precios, proponer clusterizaciones inteligentes de productos e incluso generar descripciones textuales eficaces para e-commerce y aplicaciones.
El impacto es doble: por un lado, se mejora la calidad y la coherencia de los datos; por otro, se reduce drásticamente el tiempo invertido en tareas manuales y repetitivas, liberando recursos para funciones más estratégicas. La IA, en este sentido, no es solo una herramienta, sino un habilitador de una nueva forma de hacer retail: más ágil, más inteligente y más cercana a las necesidades reales del cliente final.
Pero hay otro aspecto que merece atención. El mundo del retail es tradicionalmente fragmentado: cada cadena, cada punto de venta, cada departamento suele trabajar con softwares y proveedores diferentes.
Esto provoca una complejidad cada vez mayor en cuanto a compatibilidad, actualizaciones, seguridad y mantenimiento. La gestión distribuida de servidores y aplicaciones incrementa los costes, retrasa las intervenciones y expone a riesgos sistémicos difíciles de controlar.
No es casualidad que muchas empresas estén intentando reducir el número de partners tecnológicos, centrándose en soluciones integradas y fiables, capaces de abarcar todas las fases del ciclo operativo: desde la codificación inicial del producto hasta la gestión de promociones, pasando por el reabastecimiento automatizado y el análisis de los datos de venta.
No se trata solo de tecnología. Hablamos de una nueva cultura del dato. Un enfoque que sitúa la calidad de la información en el centro, como palanca para crear mejores experiencias, optimizar la cadena de suministro y tomar decisiones más conscientes.
Estoy convencido de que esta es la verdadera transformación que la IA está aportando al mundo del retail: no la automatización por sí misma, sino la posibilidad de construir un ecosistema más inteligente, donde cada decisión —desde la codificación de un nuevo producto hasta el análisis de la eficacia de una promoción— se sustenta en datos fiables, oportunos y bien estructurados.
El retail del futuro será cada vez más omnicanal, personalizado y data-driven. Y se empezará a construir hoy, a partir de una operación que puede parecer sencilla, pero que en realidad es crucial: la gestión de las fichas maestras de producto. Ahí es donde se juega gran parte del reto, y donde la inteligencia artificial puede marcar la diferencia.